El estado nacional como baluarte del siglo XIX se ha mantenido en el interés de servir de freno a cualquier tipo de anarquismo social. Como ente formal y organizador sostiene una ordenada burocracia que permite el orden y da seguridad.
El estado se ha vuelto no obstante también una carga y no responde a los intereses del nuevo orden mundial. Más en situaciones de crisis. Resiste a la dinámica global pero pierde poder en la negociación económica y política.
Más importantes han sido los bloques regionales que cohesionan el mercado y generan cierta libertad de movimiento. El tratado de Schengen, en el caso de la Unión Europea, permitió el movimiento de trabajadores entre estados.
El estado racional, preconizado por Hegel, ha demostrado también en la practica la irracionalidad y el sinsentido de mantener la gente prisionera en corrales civilizados y generado una ideología perversa de ser nacional de tal o cual, provocando en algunos casos políticas de exclusión automática del otro llegado de fuera a tal estado.
Asfixiados por esta burocracia del papeleo y de la irregularidad miles de inmigrantes han sido devueltos a sus países de origen por no cumplir los requisitos de permanencia. Tampoco se puede dejar en situación calamitosa a las personas que han llegado a un país con esperanzas de encontrar un futuro y, por diversas razones, se ven en la necesitad de retornar a su país de forma voluntaria al no disponer de medios de subsistencia de vida dignos. Es lo que se llama retorno voluntario.
Aculco viene desarrollando programas de asistencia al retorno voluntario en 2016. Este programa, denominado Hogares II, está financiado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (IRPF).

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