Los inmigrantes, provenientes en su mayoría de países emergentes o con problemas de distinta índole, han engrosado la población de los países Europeos y han cambiado muchos de los parámetros tradicionales de las naciones de destino.

Han aportado a su economía y han hecho los oficios que ya muchos de los Españoles o los Franceses o los Alemanes no querían hacer.

Durante años se mantuvo la tesis de que los inmigrantes suplían los trabajos que los autóctonos consideraban ya indignos  o no querían realizar y que, incluso, eran capaces de renunciar a su formación profesional para dedicarse a oficios que en sus países de origen nunca harían.

Así, encontramos, ingenieros dedicados a la construcción, abogados dedicados al cuidado de ancianos, psicólogas haciendo oficios domésticos, un panorama donde por ganar más dinero se está dispuesto a sacrificios y esfuerzos muy duros.

El tratamiento dado a los inmigrantes en ocasiones es de explotación moderna y también colisiona con la xenofobia presente en actitudes asumidas por patronos o compañeros de trabajo.

De igual manera han logrado rejuvenecer un poco las cifras de población, ya que en su mayoría en el primer mundo se envejece a ritmos acelerados.

Los inmigrantes se convirtieron en los pilares básicos para una economía del ladrillo, para la agricultura y el servicio doméstico. Muchos han tenido que tomar ahora la decisión de retornar cuando la situación les ha sobrepasado por circunstancias económicas. Sin un sueldo digno no es posible mantenerse cuando no tienen apoyos fundamentales como casa propia o familia que les sostenga en situaciones de vulnerabilidad.

Aculco viene desarrollando programas de asistencia al retorno voluntario en 2016. Este programa, denominado Hogares II, está financiado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (IRPF).

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