Por Iván Santos. Director de Aculco / Álvaro Zuleta. Presidente de Aculco

Nos hemos acostumbrado los últimos años a celebrar multitud de cosas, estableciendo días especiales a lo largo del año. El 20 de junio ha sido considerado como el DIA MUNDIAL DEL REFUGIADO. Pero más que un día por el refugiado, queremos este día quemar el pasado, y olvidar lo doloroso que han sido los años anteriores, en los que millones de personas se han visto obligadas a dejar atrás su hogar.

La violencia sigue siendo la principal causa de las migraciones, esa faceta antihumana en la que se ataca a los congéneres, como si se tratara de bestias que luchan por el territorio y los bienes materiales del planeta.

La falta de equidad social en la tierra ha generado una sociedad cruel, que deja anonadada, alienada, a la ciudadanía. Las miles de campañas sobre refugio generan un complejo de culpa, especialmente en una clase media que no se siente cómplice de lo sucedido y que piensa que  no se puede hacer nada, como ciudadano, de esas causas que obligan forzosamente a migrar.

Las acciones que se toman en los Estados Unidos y en Europa son de tipo medieval: construcción de muros y vallas con objeto de parar la migración denominada “ilegal” y pequeñas ayudas humanitarias a los países emisores de refugiados que no logran paliar los problemas de fondo.

Millones de personas siguen estando atrapados dentro y fuera del muro, los denominados “inmigrantes ilegales”.

Esclavitud moderna, mano de obra barata, trabajadores sexuales desarraigo y soledad. En resumen, los sirvientes de los “señores contemporáneos”. Si esto es democracia liberal falta lo más importante: el sentido de humanidad y de respeto a los derechos humanos de miles de refugiados y solicitantes de asilo y protección internacional. Todas las  formas sociales contemporáneas apuntan a una sociedad de clase, de mercaderes capitalistas que se pueden permitir sutilmente esclavizar a la humanidad.

Celebramos el día del refugiado, como el día del fracaso político y el intento conservador de que prevalezca en el mundo el concepto medieval de las sociedades amuralladas y cerradas a cal y canto.

Exigimos libertad de movimiento para los seres humanos. La historia nos ha dejado claro que no existen barreras, ni muros eternos. Las fronteras están en nuestra mente y todo cae con el tiempo.

Los gobiernos y los organismos mundiales  carecen de expertos en migraciones que puedan regular los flujos migratorios y facilitar el desarrollo de las sociedades y que sobre todo tengan la capacidad de defender los derechos de los seres humanos y no los sucios intereses de los dueños del poder y del dinero.

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