Resultan curiosos los resultados de la globalización. Desde las últimas décadas del siglo pasado los países Europeos, y sobre todo los Estados Unidos, se lanzaron a poner en marcha un nuevo modelo político y económico.

Una concepción nueva que pretendía instaurar en el planeta entero una forma de organización donde tanto los individuos como los países mismos se vieran abocados a nueva lógica de movimientos de capitales y de búsqueda de los mismos en cualquier lugar del globo.

Así, la recién estrenada revolución informática permitía también un avance en las comunicaciones único: de repente las distancias se hicieron cortas y las telecomunicaciones por satélite abrieron el campo a infinitud de comunicaciones privadas y públicas y las redes de internet desplazaron la comunicación telefónica y el planeta resultó conectado de manera casi inmediata.

Casi sin darnos cuenta los seres humanos entramos a una nueva era y la tecnología sirvió  para aumentar el capital.

La lucha convirtió a Europa en una sola, pero sólo aparentemente. Las fronteras son un hecho y no parece que vayan a desaparecer pese a las políticas que hablan de integración.

También los Estados Unidos adquirieron en este panorama una hegemonía nueva y hay analistas que ahora pronostican otros cien años de la misma. Caído el Muro y las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el mundo camina por otro escenario diferente, pero no menos dividido. En este campo millones de inmigrantes van y vienen en busca de mejores oportunidades. Muchos, sin embargo tras la experiencia se ven obligados a retornar a su país y casi siempre es por motivos económicos.

Aculco viene desarrollando programas de asistencia al retorno voluntario en 2016. Este programa, denominado Hogares II, está financiado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (IRPF).

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